lunes, 5 de septiembre de 2011

Identidad

Las grandes ciudades se caracterizan por albergar miles de personas  de todas partes del país e incluso del mundo, aparte de sus propios habitantes. ¡Es tan difícil, adquirir un lugar entre la gente de una ciudad! La mayoría de las personas que vienen del interior, desde un pueblo chico o del campo, se encuentran con serias dificultades para ser tomados en cuenta entre un grupo de la gran urbe. Los estudiantes y los que no lo son, con distintos modos de relacionarse, deben adaptarse a las formas, comportamiento y lenguaje de sus compañeros citadinos.
 Pero aparte de esa adaptación, resulta difícil ocupar un lugar de privilegio o respeto entre el nuevo grupo, si es que se lo tiene. El integrante del interior nunca va dejar de ser el "campesino", "el forastero" . Estos apodos van a surgir tanto cuando se equivoque como cuando acierte en algo. No importa cuanto tiempo pasó de su llegada a la ciudad; siempre va a ser  "el de afuera".
 Por otro lado, todos los habitantes tardan en ser reconocidos entre los numerosos estudiantes, empleados, docentes, y otros.  Son anónimos ciudadanos fuera de su grupo y cuando se alejan de éste pierden toda identidad.
Nada de estas cuestiones pasan en un pueblo. Todos se conocen. Hasta el  niño más pequeño tiene su propia identidad e historia conocida por todos; por ejemplo Pedro, un jovencito de 12 años es el  hijo de Pablo el verdulero, que se ganó la lotería en el 98 y compró el campito de los Álvarez, y su abuelo fue uno de los trabajadores que le dieron vida al frigorífico donde trabajan la mayoría de los pobladores.
Hasta los animales  tienen su propia historia y siempre se conocen algunas anécdotas; como el pato de doña Inés que llegó un día desde la ciudad,cuando tenía unos días de nacido, regalo de una nieta, y se crió con los pollitos de la gallina bataraza.  Dicen que no reconoce a las hembras de su especie, y acepta las de crianza porque se cree pollo.
La cuestión de la identidad no es un problema para la gente de un lugar con pocos habitantes donde el espacio y el tiempo son amplios y relajados. Dónde lo que importa es hacer bien las cosas y ser tomado como ejemplo a seguir por otros y dónde importa más ser que tener. Esto último, obsesión de multitudes que corren entre galerías por un pasillo sin fin de anónimos personajes que buscan tener un lugar en una sociedad exclusivamente de consumo.

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